Mirado exactamente, la vitamina E es una denominación conjunta para una serie de sustancias diferentes. La vitamina E está formada por un grupo de sustancias liposolubles que juegan un papel esencial en el organismo humano. Las más conocidas, y también representadas con mayor frecuencia en lo que se refiere a cantidades, son los llamados tocoferoles -un motivo por el cual también se hace principalmente referencia a este grupo cuando se habla comúnmente de la vitamina E.
Entre los tocoferoles, el alfa-tocoferol (α-tocoferol) es el representante mejor investigado. Esto se debe especialmente a que el α-tocoferol tiene una función esencial para el cuerpo. Se encuentra en todas las membranas celulares, en las que tiene un efecto antioxidante. Esto no significa otra cosa que el α-tocoferol capta y neutraliza los oxidantes generados, por ejemplo, por estrés, radiación solar y otros factores ambientales.
En las membranas celulares humanas se encuentran estructuras que también reaccionan muy sensiblemente a daños provocados por oxidantes. De esta forma, el daño oxidativo de ácidos grasos y lipoproteínas que se encuentran en las membranas puede dañar de forma permanente la estructura de las células. Una administración suficiente de α-tocoferol puede restringir este daño [1]. Además, en su función antioxidante, el α-tocoferol también capta los oxidantes que pueden desencadenar reacciones inflamatorias y daños en el ADN de los núcleos celulares.
Los tocoferoles pueden ingerirse con la alimentación. Por su carácter liposoluble son ricos en vitamina E, principalmente, los aceites vegetales como el aceite de germen de trigo, de girasol y de oliva, así como los cereales, la verdura fresca y los frutos secos. La falta de vitamina E se suele poner de manifiesto con los siguientes síntomas: